26 enero 2014

{Segundas pieles} el animalario fotográfico de Miguel Vallinas


Miguel Vallinas. Miguel Vallinas {?}


En 2009 publiqué dos entradas {Animalarios*} que conjugaban el collage con la creación de personajes híbridos que, con mayor o menor intención y concierto, destapaban la medida psicológica y moral del sujeto a través de diferentes animales.

Todo podía haber sido dicho de otro modo, pero las grietas propiciadas por el collage dan cabida a la especulación, es decir, a una hipótesis, a cualquier otra pregunta. Y, tomando el ejemplo de Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales, afirmaba: «Cambiar la cabeza a una dama de mediados de los años 50 puede significar que el collage es una fabulación de un deseo antropomórfico que acerca al ser humano y al animal. Esto se ve aún mejor en Blacksad, la trilogía gráfica de Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales que, desde los estereotipos narrativos del género policiaco, introduce una mutabilidad animal en los personajes simétrica a sus cualidades morales. Hablamos {así} de una fisiología inmersa en el estereotipo, el modo en que el hombre se percibe a sí mismo a través de la representación psicológica que hace de la fauna».

En su reverso queda esa extraña manía {plenamente humana} de vestir al perro a la última moda. Fotográficamente, ese hecho ha quedado registrado en la obra de autores como Zach Rose {retratos que mezclan la cabeza de una mascota con el cuerpo de su dueño}, Ralph Hargarten {retratos de perros con expresiones faciales muy similares a las humanas} o Sebastian Magnani {retratos con cabeza de perros}. En lo cotidiano, quizá algún día haya que preguntarse qué hay detrás de esa maniobra, pues intuyo que no se trata tanto del intento velado e inconsciente de humanizar al animal como de la perseverancia por instituir un nuevo reglamento de cosificación mediante el amor a la «mascota».

La palabra parece ostentar un sentido despectivo, sin embargo se podría llevar a un lugar más sorprendente, a aquella variedad de animales que ocupan un rincón en el hogar y nunca podrán ser domesticados. Serpientes, lagartos, cerdos vietnamitas o ratones blancos. Todavía no soy capaz de dar respuesta a esta relación: el «amor» cosifica al animal. Pero siempre hay alguién que encontrará una razon para meter una ardilla en el salon familiar.




Miguel Vallinas. Miguel Vallinas {?}


En otros párrafos de aquellos animalarios aparece la obra de Max Ernst {Une Semaine de Bonté} para concluir que el collage no es sólo un arte recreativo, recolector.

También puede quebrantar la manifestación externa de esa psicología y abrir otras puertas al inconsciente: «Sus transposiciones animales vienen a cumplir la amenaza del deseo volcado tras las instituciones edificadas sobre el imperativo moral». {Y} es en ese estadio intermedio entre la pura representación y las intuiciones de un estrato psico-cultural subyacente en la moral del grupo o una época donde podemos ubicar los hallazgos de la serie fotográfica de Miguel Vallina: Segundas pieles.

Los aportes más destacados de la serie se centran en las correlaciones entre la vestimenta {moda} elegida para cada animal y sus rasgos fisonómicos, poniendo de manifiesto cierta consonancia entre la identidad humana y animal. Pero la manera de llegar al resultado es paradójico: los elementos estéticos comunes a todos los retratos no fuerzan la humanización. De hecho, Vallinas fotografía por separado cabezas disecadas de animales para luego adherirlas a las figuras, donde la parte facial queda despojada de emociones humanas. Más bien, su acercamiento prescribe un sistema semiótico especulativo: a cada forma animal le correspondería una forma vestimentaria. Eso ya describe un hecho psicológico {y antropológico} {...}

 
© Javier M. Reguera . Asi se fundó Carnaby Street 2007-2018 . Killed by podcast 2019