De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall
Desconozco si Arthur Rimbaud, Andre Breton, Garcilaso, Saint-John Perse, Rainer Maria Rilke, Virginia Woolf y García Lorca, podrían convivir juntos en un mismo poema, pero la primera vez que leí a Blanca Andreu descubrí que ella poseía el verso preciso para hacerlos habitar al menos las mismas palabras. Blanca Andreu apareció en el panorama poético español en 1980 con un libro sorprendente, De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, poemario que ganó el premio Adonais y supuso un auténtico revulsivo cultural y generacional en la poesía de la época. A contracorriente de la vertiente mayoritaria de la poesía española del momento (aún hoy en activo), la cual tendía a prolongar hasta la extenuación los logros de los poetas de la experiencia de la generación del 50, De una niña de provincias parte de un surrealismo verbal que devolvía al verso la potencia de la imagen creada. Es probable que tal figuración del creacionismo, tan cercana en algunos aspectos a Vicente Huidobro, esté hecha de otros sueños y mobiliarios, pero en ellos el Yo del relato propicia su propio destino. Y lo celebra.
Yo te di huesos...
Los muertos odian el número dos. |
La poeta escribió en otro libro: Soy de una generación que soy yo sola. Y así es: a pesar de ser la poeta más imitada de la década de los 80, permaneció en solitario porque sus poemas aún hoy siguen siendo intransferibles. Creó un Chagall con la palabra, con la sintaxis, un universo a la medida de sus metáforas.