11.08.2007

ouka lele, el color de una epoca


Rappelle toi Barbara, 1987 | Hombre con ventiladores, 1979 [de la serie Peluquería] | Herida como la niebla por el sol, 1987 | Autorretrato con agua, 1980

No es casual que tres de los fotógrafos que con mayor creatividad recogieron las transformaciones estético culturales de principios de los años 80 hayan sido reconocidos, en los últimos tiempos, con el Premio Nacional de Fotografía. El primero en obtenerlo es Alberto García-Alix, en 1999, por una obra que se revela como el reverso poético de su propio entorno vital, lleno de calles, personajes marginales, motos y retratos que conjugan belleza y drama. En 2005 y 2006 lo obtienen Ouka Lele y Pablo Pérez Mínguez, respectivamente. Mientras Pérez Mínguez centra sus intenciones fotográficas en describir el emergente ambiente de la movida madrileña a través de toda una galería de personajes, Ouka Lele acierta a fijar, junto a otros artistas, la identidad iconográfica de la época. En los tres casos el premio podría traducirse en el reconocimiento de un momento histórico donde los cambios sociales formulan al mismo tiempo un cambio en los paradigmas estéticos y culturales. De esto hemos dado cuenta en el especial sobre la movida madrileña ya realizado hace algunos meses, insistiendo más en los aspectos gráficos que en los musicales.

No se trataba de privilegiar un lado sobre otro. En él expresamos la idea de que la música de la movida madrileña fue en parte reconocible porque se abasteció de un elemento gráfico [moda, pintura, diseño, fotografía, cómic, etc] de enorme potencia visual. Nunca como en ese momento la música había adquirido tanta importancia en el conglomerado general de los cambios estéticos, pero a través de otras disciplinas artísticas la música pop encontró también una manera de formalizar sus cambios respecto a décadas anteriores.

Evidentemente, la música funcionó a la vez como un factor de exteriorización de los cambios. Su proyección social fue decisiva, sin embargo en la base de esa exteriorización estaba un cambio de paradigma más profundo que afectó a todas las artes y fue iniciada mucho antes por la pintura y el cómic que por la música. La fotografía encontraría también su lugar ante ese cambio generalizado, pero si se ha de citar a García-Alix, Pérez Minguez y Ouka Lele ¿Para cuando el Premio Nacional de Fotografía a Miguel Trillo, un fotógrafo de una calidad extraordinaria que documentó con gran detalle el ambiente musical de la época y la eclosión de la tribus urbanas, sus estéticas y actitudes sociales? [Volveremos a esta pregunta en otro post]


Limones, 1979 [de la serie Peluquería] | Hoy viene mi psiquiatra, 1980

Al situarnos ante este periodo específico, la fotografía de tales autores confirma su capacidad de reacción ante los hechos mismos y lo contemporáneo, reacción que aún no siendo consciente les permitió colocarse en el centro de la época. Quizá el caso de Ouka Lele sea el que más se desmarca de todo lo que se había visualizado hasta el momento, conectando con corrientes estéticas próximas tanto al surrealismo y al color de Salvador Dalí como a las imágenes evocadoras de Man Ray. Esa persistencia en la imagen surreal, reflexiva en la medida en que la puesta en escena es planificada hasta el más mínimo detalle, ya la encontramos en sus retratos recogidos en la serie Peluquería, de 1979, donde ejercita una clara voluntad por adentrarse en el rostro bajo una visión ficticia. Esa misma ficción es la que la llevaría a preparar otras fotografías de enorme contundencia centradas en el movimiento, y ya a partir de 1985-1986 a elaborar complejas escenas colectivas, forma que desembocará en su obra de 1987 Rappelle toi Barbara, realizada como un hapenning junto a la estatua de La Cibeles, y podría tener su origen en las fotografías que elaboró para la diseñadora Sybilla y la institución Moda de España, en 1986.

No obstante, también será el color lo que la enmarque bajo otros registros estéticos al utilizar la acuarela como herramienta definitoria de la imagen. En una entrevista realizada en 2003 por Javier Cuevas, del periódico La Voz de Asturias, reseñaba del siguiente modo su proceso creativo:

Es una mezcla de muchas cosas. Lo primero de todo es la idea. Utilizo muchas imágenes literarias y cinematográficas. En ocasiones hasta se basa en algo que he escrito. Alguna vez hago un boceto previo, aunque no siempre. Después paso a montar el escenario y hago la foto. En un principio trabajaba en 35 milímetros, pero no tardé en pasarme a la fotografía de placas. Tras revelar tengo que elegir la foto, que es lo que más me cuesta de todo el proceso. Amplío la que elijo y pinto con acuarela. Aplicar la pintura lleva mucho tiempo, porque puedo llegar a tener fotos de dos metros en las que todo lo que es blanco y negro lo vuelvo a color. Hay fotos que me pueden llevar un año.


Máquinas de afeitar, 1979 | Tortugas, 1979 [ambas pertenecientes a la serie Peluquería]

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Ese proceso de coloración ya lo había utilizado en su etapa barcelonesa, en portadas para la revista Star, 1979, momento en que hace su primera exposición individual y da a conocer la serie Peluquería en la galería Spectrum. A su regreso a Madrid, ya en 1980, su trabajo empieza a ser publicitado en Galerías como Redor o Moriarty y revistas como Dezine o La Luna de Madrid, donde colaborará de manera asidua hasta al menos 1985. Ouka Lele se sitúa así en el mismo interior de los procesos estéticos que se estaban produciendo desde mediados de los 70 y culminan a mediados de los años 80. Por eso su fotografía podría contextualizarse ante el desarrollo de la nueva figuración píctórica, pudiendo además analizarse paralelamente a la obra de sus compañeros de viaje Ceesepe y El Hortelano. Los tres ejemplifican una parte capital de la iconografía de los años 80.


El sueño de una noche de verano, 1986

 
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